martes, 6 de julio de 2010

El Mundial que (parece) nadie vio

Bueno, terminó el Mundial, y terminó como cualquiera que no se dejó llevar por un fanatismo irracional sabía que terminaría: Argentina eliminada y con el rabo entre las piernas. Pero ni aún la realidad parece poder hacer frente a lo que se quiere imponer desde los medios y desde algunos sectores, y es así que muchos claman por la permanencia del DT en la selección, incluso por los próximos cuatro años, cosa que me resulta inexplicable. ¿No les alcanzó con perder un mundial que también quieren tirar por la borda un par de Copas América, una Olimpíada y otro mundial?.

La Argentina desnudó a lo largo del torneo una estructura carente de un sentido de funcionamiento, sin orden, desarticulada, y bastó el primer equipo ordenado que los enfrentó y que no fue perjudicado por los jueces, para demostrar la realidad del fútbol argentino, y que ve sus principales fallas en el hecho de jugar sin laterales, sin enganche, haciendole creer a Messi que él solo puede ganar algo, cuando la mayoría de las veces termina conviriténdose en un obstáculo igual o superior a la defensa rival.

¿De quién es la culpa?. De muchos. De Grondona por dejar que el DT haga lo que quiera; de los jugadores, por venderse al mejor postor, al punto de hacer echar a un técnico para que pudiera asumir Maradona; de los medios deportivos y no tanto, que ensalzaron al equipo como si fuera un Dream Team, y ahora no saben cómo explicar esta pesadilla; del propio DT y sus ayudantes, que jamás tuvieron otra idea que no sea la de alentar a los jugadores y dejarlos jugar como "ellos saben"; y de la sociedad que se encolumnó detrás, sin prestar atención a las pobrísimas actuaciones de la selección, goleadas ante Bolivia y Brasil inclusive.

¿Y en el Mundial? Se dijo que Argentina jugó brillantemente los primeros cuatro partidos, pero la verdad es que sin la ayuda de los referís para destrabar los encuentros, Argentina tal vez ni siquiera habría pasado de primera ronda. Repasemos: falta de Samuel en el 1-0 ante Nigeria, offside en el 3-1 ante Corea, falta de Demichelis en el 1-0 a Grecia y obsceno offside de Tevez en el 1-0 a México. Si a esto sumamos los goles por errores rivales y de pelota parada, encontramos que de los diez goles de Argentina, el equipo solo hizo tres de juego, de los cuales uno fue de rebote (Palermo) y uno de jugada personal (Tevez ante México), con lo que nos deja con un solo gol de jugada asociada en todo el Mundial para una selección que es presentada ante los ojos de los demás como una de las de mejor juego, lo cual, sinceramente, ha provocado risas en otros países.

En definitiva, Argentina fue un equipo sin alma, atada a los vaivenes anímicos de un entrenador a los que la realidad le quedó muy grande, con jugadores que se creyeron lo que se dijo sobre ellos y se agrandaron a tal punto que la caída fue muy dura para la mayoría, a pesar de la obviedad de la misma. Jugadores que, en muchos casos, debieron sus convocatorias a caprichos del DT, sin justificación en rendimientos ni realidades que permitieran justificarlas.

Pero esto no lo vio nadie. Para la mayoría pareciera que Argentina jugó su mejor mundial, incluso mejor que en el 86, siguen creyendo que Messi es Maradona y estupideces por el estilo, que vienen a demostrar que el sentimiento del hincha está enfermo, que tiene alucinaciones de un pasado mejor y eso le impide ver la pobre y denigrante actualidad de una selección argentina condenada al fracaso desde el vamos, y sin la suficiente autocrítica como para iniciar un período de recuperación necesario para volver a colocar a nuestro país en el pedestal de los grandes del fútbol.