jueves, 24 de julio de 2008

Los tipos de peronismo

Continuando con el artículo previo “Perón: a 34 años de una muerte tardía”, y más allá de la concordancia o no con las declaraciones vertidas en él, podemos señalar, al menos desde mi punto de vista, la existencia de dos tipos de peronismos: el de Perón y el de Evita.

El peronismo de Perón, es un peronismo de derecha, más bien ligado a los grandes sectores económicos. Tienen un cierto desprecio por las clases bajas, a las que sin embargo no vacilan en utilizar para sus propios fines, impulsando supuestas medidas “populistas”, que en definitiva redundan en perjuicio para ellos.
Están conectados con el modelo económico del neoliberalismo, donde prima el Mercado, y en donde el Estado debe estar ausente, salvo en los casos en que sea necesario “rescatar” a los grandes grupos.
Sus ideas entran en consonancia con vastos sectores de la oposición, incluido el radicalismo, lo que explica la adhesión mayoritaria que supo conseguir varias veces y el papel desarticulado de dicha oposición.
Este peronismo es mayoría entre las clases dirigenciales del partido justicialista, que incluye desde los ex-presidentes Menem y Duhalde, hasta otras figuras como Rodríguez Saa, De la Sota o Schiaretti.


Por otro lado, el peronismo de Evita es, en definitiva, lo que la gente común ha llegado a entender como peronismo. Hablamos de un estado interventor, participativo, que, bien o mal manejadas, desarrolle políticas macro y micro económicas que favorezcan la inclusión social y se orienten al crecimiento del país.
Lamentablemente esta idea no tiene mucho apoyo en las clases políticas, ni siquiera en su propio partido, renuentes a perder el control del país. Cristina Fernández, y en menor medida, Néstor Kirchner o Scioli, están en sintonía con esta postura.

Después, como en todos lados, existen figuras que oscilan entre una y otra opción, pero más guíadas por el oportunismo que por sus convicciones.

Ahora, ¿cómo se explica que los peronistas pro-evita hayan conseguido llegar al poder? La respuesta es fácil (o más o menos). En determinado momento, en general inevitable, el modelo neoliberal choca con la realidad y muestra todos sus fracaso al unísono, lo que provoca el desgaste de los grupos de derecha. Néstor Kirchner aprovechó un hueco de poder en la estructura mayoritaria, que carecía de líderes ciertos, e irrumpió con fuerza en el gobierno. La misma necesidad de resistencia lo convirtió en una “figurita difícil”: fuera del control de los grupos económicos, desarrolló un estilo autoritario y anticrítico que disgustó a varios.
A pesar de todos sus defectos, las medidas tomadas permitieron que el “evitismo” ganara las elecciones, mientras la oposición no presentaba candidatos de importancia (el segundo sacó apenas un 23% de los votos, más por la oposición del peronismo de derecha que por apoyo real a la candidata de la Coalición Cívica). Con la elección definida, los peronistas de derecha decidieron apoyar al nuevo gobierno, principalmente para no quedar fuera de foco.
Ante esta situación algunos de los grupos de poder económicos, tocados en sus intereses, decidieron actuar por su cuenta, y unidos a otros sectores políticos y mediáticos, comenzaron un enfrentamiento, más ideológico que económico. Aprovechando la circunstancia, el desplazado peronismo de derecha volvió a la carga y provocó una ruptura dentro del gobierno.

En definitiva, un gobierno que representa a más del 45% del electorado nacional, pero a menos del 10% del espectro político, desarrollará, sin dudas, tendencias autoritarias de resistencia, las que cree necesarias para mantener el control y que serán calificadas de “despóticas” justamente por aquellos que han hecho un arte de ellas.

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