jueves, 6 de diciembre de 2007

Religión II: Creencia vs. Profesión

En este segundo artículo sobre religión me gustaría ahondar en algo que considero importante: la influencia de las creencias religiosas en el desempeño de las labores profesionales.

De más está decir que en ciertas ocupaciones es muy difícil que se produzca una situación en la que los deberes del profesional se encuentren en oposición a las creencias religiosas del individuo. Pero hay un campo donde esto se produce y mucho, y es en la medicina.

La religión, principalmente la Católica, que por ahora es la mayoritaria en nuestro país (digo por ahora porque sus actitudes la van haciendo perder cada día más creyentes que se vuelcan a otras religiones o creencias), pretende imponer su creencia como obligatoria, aún sobre las leyes escritas que rigen nuestras vidas. O sea, que la ley dictada e interpretada por unos pocos (léase la jerarquía eclesiástica) debe predominar sobre las leyes que, mal o bien, fueron sancionadas de forma democrática y están pensadas para proteger a la mayoría.

De todas maneras, éso no es el objeto de mi artículo. Yo apunto a las circunstancias donde creencia y deber se contraponen, y en esos casos, ¿qué debe hacer el profesional, el doctor, el médico?

Sin NINGUNA duda, su deber es respetar las leyes que nos rigen a todos, cumplir con sus obligaciones profesionales, sobre todo con respecto a las personas involucradas, que, en muchos casos, tienen sus vidas en manos de los médicos. Actualmente han tenido mucha injerencia los llamados comites de bioética, formados por católicos en su mayoría, que dejan de lado sus deberes y los derechos de los pacientes con el único objetivo de satisfazer sus conciencias.

Ejemplos hay variados. El más cercano, es el de la mujer de 20 años, en Santa Fe, que acudió a un hospital con un diagnóstico de sarcoma de maxilar, un cáncer tratable con quimioterapia. Al descubrírsele un embarazo de tres semanas, el dichoso cómite de bioética determinó no realizarle el aborto tal como fue solicitado, y a pesar de lo avanzado de la enfermedad. Dicha decisión puso en peligro aún mayor a la mujer, lo que sumado a complicaciones descubiertas posteriormente, provocaron la muerte tanto de la mujer como de su criatura, y dejando huérfanas de madre a tres criaturas.

El estado santafesino removió al director del establecimiento, pero lo dejó a cargo del departamento de su especialidad, por lo que el castigo más bien fue para la opinión pública, pero no un castigo real.

Entonces, de qué sirve que estudien, hagan el juramento y todo lo demás, si después terminan haciendo lo que su creencia les dicta y además no reciben castigosc severos.

Esos profesionales, y los de cualquier disciplina o profesión donde suceda lo mismo (pienso en la abogada y en la jueza que impidieron el aborto no punible de la demente violada), deben ser separados del cargo que ocupan y de cualquier otro que entrañe una responsabilidad similar. Si queremos una sociedad ordenada, no debemos permitir que la anarquía que pretende implementar la Iglesia Católica en cuanto a irrespetar el derecho real, se lleve a cabo. Las reglas son claras y son para todos, nadie tiene derecho a creerse superior al resto, porque no lo es, por más fe que tenga.

En definitiva, hay que suprimir los cómites de bioética, porque en la mayoría de los casos son simples reuniones religiosas que no conducen a nada, más que a entorpecer el cumplimiento de las leyes y en ocasiones a poner en peligro las vidas que tan sabiamente dicen proteger.

También hay que poner en claro que la iglesia NO MANDA, le guste o no. Solo puede aconsejar, pero no impedir el cumplimiento de la ley. El que piense lo contrario debe ser apartado de cualquier ocupación que represente responsabilidades sobre la vida de la gente.

La religión puede acompañarnos y marcar nuestro camino, pero no puede obligar a todos a hacer lo que ella quiera. Allí la fe deja de ser tal y se transforma en opresión. Tengamos fe, pero respetemos a los demás.

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